Dime cuántos murieron en Masoller,
peleando simplemente y sin por qué;
cuántos muertos evoca Tupambaé.
Cuántos ponchos taparon, quietos en Arbolito;
justifica el coraje de aquel chiquito,
justifica el coraje de aquel chiquito.
Entre Tres Árboles, luego, tuvo Villar
que contar a sus muertos, triste contar;
que contar a sus muertos, triste contar.
Por la patria o la ausencia o la legalidad,
divisas desteñidas, muertos nomás;
divisas desteñidas, muertos nomás.
Caudillos, generales, padres de la Nación,
inventaron un juego, nadie ganó;
inventaron un juego, nadie ganó.
Gauchos desconocidos, carne de cañón
del Remington o el frío, Mauser o sol;
del Remington o el frío, el Mauser o el sol.
Y al menos hubo un cambio, decidido y tenaz:
siguieron los paisanos, pobres nomás;
siguieron los paisanos, pobres nomás.
Dime cuántos murieron en Masoller,
peleando simplemente y sin por qué;
cuántos muertos evoca Tupambaé.
peleando simplemente y sin por qué;
cuántos muertos evoca Tupambaé.
Cuántos ponchos taparon, quietos en Arbolito;
justifica el coraje de aquel chiquito,
justifica el coraje de aquel chiquito.
Entre Tres Árboles, luego, tuvo Villar
que contar a sus muertos, triste contar;
que contar a sus muertos, triste contar.
Por la patria o la ausencia o la legalidad,
divisas desteñidas, muertos nomás;
divisas desteñidas, muertos nomás.
Caudillos, generales, padres de la Nación,
inventaron un juego, nadie ganó;
inventaron un juego, nadie ganó.
Gauchos desconocidos, carne de cañón
del Remington o el frío, Mauser o sol;
del Remington o el frío, el Mauser o el sol.
Y al menos hubo un cambio, decidido y tenaz:
siguieron los paisanos, pobres nomás;
siguieron los paisanos, pobres nomás.
Dime cuántos murieron en Masoller,
peleando simplemente y sin por qué;
cuántos muertos evoca Tupambaé.
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