Violetas para Violeta
Joaquín SabinaOriginale | VIOLETAS PARA MERCEDES |
VIOLETAS PARA VIOLETA La página de sucesos del Mercurio y La Estafeta, entre dietas para obesos, presos y falsos profetas, confirmaba que sin besos se marchitan las violetas. Sí. Maldigo del alto cielo que nos expropió su canto, sus décimas, su pañuelo, su quinchamalí, su llanto, viola de chicha y pomelo, cacerolas del espanto. Sí. Habráse visto insolencia, cinismo y alevosía, contaminan la decencia, secuestran la fantasía, cuando clama la inocencia llaman a la policía. Sí. Lo dijo Violeta Parra, hermana de Nicanor, por suerte tengo guitarra y sin presumir de voz, si me invitan a una farra cuenten con mi corazón. Sí. Volaron desde Chicago unos gringos con corbata y en una suite de Santiago, sin pisar Chuquicamata, defecaron en mi pago, sobraban las serenatas. Sí. Más sola que una maleta olvidada en la Gran Vía, desde que se fue Violeta enlutando la poesía, se ensañan con los poetas las faltas de ortografía. Sí. La cuequita de mi Chile, los listos de Guasingtón, la marchitan con fusiles que acribillan la razón, malaya sean los desfiles y el cristo que los parió. Sí. Los pobres no somos ricos ni el cobre es más que la greda, la libertad cierra el pico desde que hay toque de queda, pregúntale a los milicos qué hicieron en La Moneda. Sí. | VIOLETAS PARA MERCEDES Se nos murió la gran dama, Negra Sosa, pacha mama de Corrientes, que bordó puntos y comas en las prisas del idioma de la gente. Martina Fierro de ley que sin dios, patria ni rey tiró p’alante, antes de decir adiós me propuso un blues a dos voces distantes, distintas, y, sin embargo, cerquita del ron amargo que consuela, que abruma, que mortifica, que suma, que santifica, que desvela. Cuando rompió la baraja, hizo del bombo su caja de Pandora, entre el mestizo y el yanqui se quedaba con Yupanqui hasta la aurora. Todos menos uno, dijo, provocando el acertijo de Cosquín, militante del futuro, no pudo con ella el muro de Berlín. Canto ancestral de Argentina, la más frutal de las minas, todo es nada, no sabe cómo la lloro, desafinando en el coro de las hadas. Madrina de los roqueros más intrusos, más villeros, menos brutos; en calle melancolía mi letra y su melodía visten de luto. Más de una vez la besé pero nunca olvidaré la noche aquella: aquel piano y su voz y mi sonanta y la coz de las estrellas. Me aterran las despedidas pero gracias a la vida de Violeta, Mercedes inventó el son que duerme en el corazón de los poetas |