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Cantata Santa María de Iquique

Quilapayún
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OriginalVersione integrale italiana di Riccardo Venturi
CANTATA SANTA MARÍA DE IQUIQUE

1. Pregón

Señoras y Señores
venimos a contar
aquello que la historia
no quiere recordar.
Pasó en el Norte Grande,
fue Iquique la ciudad.
Mil novecientos siete
marcó fatalidad.
Allí al pampino pobre
mataron por matar.

Seremos los hablantes
diremos la verdad.
Verdad que es muerte amarga
de obreros del Salar.
Recuerden nuestra historia
de duelo sin perdón.
Por más que el tiempo pase
no hay nunca que olvidar.
Ahora les pedimos
que pongan atención.

2. Relato I

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio,
el suelo sin milagro y oficinas vacías,
como el último desierto.

Y si observan la pampa y la imaginan
en tiempos de la Industria del Salitre
verán a la mujer y al fogón mustio,
al obrero sin cara, al niño triste.

También verán la choza mortecina,
la vela que alumbraba su carencia,
algunas calaminas por paredes
y por lecho, los sacos y la tierra.

También verán castigos humillantes,
un cepo en que fijaban al obrero
por días y por días contra el sol;
no importa si al final se iba muriendo.

La culpa del obrero, muchas veces,
era el dolor altivo que mostraba.
Rebelión impotente, ¡una insolencia!
La ley del patrón rico es ley sagrada.

También verán el pago que les daban.
Dinero no veían, sólo fichas;
una por cada día trabajado,
y aquélla era cambiada por comida.

¡Cuidado con comprar en otras partes!
De ninguna manera se podía
aunque las cosas fuesen más baratas.
Lo había prohibido la Oficina.

El poder comprador de aquella ficha
había ido bajando con el tiempo
pero el mismo jornal seguían pagando.
Ni por nada del mundo un aumento.

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio.
Y si observan la pampa cómo fuera
sentirán, destrozados, los lamentos.

3. Canción I

El sol en desierto grande
y la sal que nos quemaba.
El frío en las soledades,
camanchaca y noche larga.
El hambre de piedra seca
y quejidos que escuchaba.
e i gemiti che ascoltava.
La vida de muerte lenta
y la lágrima soltada.

Las casas desposeídas
y el obrero que esperaba
al sueño que era el olvido
sólo espina postergada.
El viento en la pampa inmensa
nunca más se terminara.
Dureza de sequedades
para siempre se quedara.

Salitre, lluvia bendita,
se volvía la malvada.
La pampa, pan de los días,
cementerio y tierra amarga.
Seguía pasando el tiempo
y seguía historia mala,
dureza de sequedades
para siempre se quedara.

4. Relato II

Se había acumulado mucho daño,
mucha pobreza, muchas injusticias;
ya no podían más y las palabras
tuvieron que pedir lo que debían.

A fines de mil novecientos siete
se gestaba la huelga en San Lorenzo
y al mismo tiempo todos escuchaban
un grito que volaba en el desierto.

De una a otra Oficina, como ráfagas,
se oían las protestas del obrero.
De una a otra Oficina, los Señores,
el rostro indiferente o el desprecio.

Qué les puede importar la rebeldía
de los desposeídos, de los parias.
Ya pronto volverán arrepentidos,
el hambre los traerá, cabeza gacha.

¿Qué hacer entonces, qué, si nadie escucha?
Hermano con hermano preguntaban.
Es justo lo pedido y es tan poco
¿tendremos que perder las esperanzas?

Así, con el amor y el sufrimiento
se fueron aunando voluntades,
en un solo lugar comprenderían,
había que bajar al puerto grande.

5. Canción II: Vamos, mujer

Vamos mujer,
partamos a la ciudad.
Todo será distinto,
no hay que dudar.
No hay que dudar,
confía, ya vas a ver,
porque en Iquique
todos van a entender.

Toma mujer mi manta,
te abrigará.
Ponte al niñito en brazos,
no llorará.
No llorará, confía,
va a sonreír.
Le cantarás un canto,
se va a dormir.

¿Qué es lo que pasa?,
dime, no calles más.
Largo camino tienes
que recorrer
atravesando cerros,
vamos mujer.
Vamos mujer, confía,
que hay que llegar
en la ciudad
podremos ver todo el mar.

Dicen que Iquique es grande
como un Salar,
que hay muchas casas lindas,
te gustarán.
Te gustarán, confía,
como que hay Dios,
allá en el puerto todo
va a ser mejor.

¿Qué es lo que pasa?,
dime, no calles más.
Vamos mujer,
partamos a la ciudad.
Todo será distinto,
no hay que dudar.
No hay que dudar, confía,
ya vas a ver,
porque en Iquique
todos van a entender.

6. Relato III

Del quince al veintiuno,
mes de diciembre,
se hizo el largo viaje
por las pendientes.
Veintiséis mil bajaron
o tal vez más
con silencios gastados
en el Salar.
nelle miniere di salnitro.
Iban bajando ansiosos,
iban llegando
los miles de la pampa,
los postergados.
No mendigaban nada,
sólo querían
respuesta a lo pedido,
respuesta limpia.

Algunos en Iquique
los comprendieron
y se unieron a ellos,
eran los Gremios.
Y solidarizaron
los carpinteros,
los de la Maestranza,
los carreteros,
los pintores y sastres,
los jornaleros,
lancheros y albañiles,
los panaderos,
gasfiteros y abastos,
los cargadores.
Gremios de apoyo justo,
de gente pobre.

Los Señores de Iquique
tenían miedo;
era mucho pedir
ver tanto obrero.
El pampino no era
hombre cabal,
podía ser ladrón
o asesinar.
Mientras tanto las casas
eran cerradas,
miraban solamente
tras las ventanas.
El Comercio cerró
también sus puertas,
había que cuidarse
de tanta bestia.
Mejor que los juntaran
en algún sitio,
si andaban por las calles
era un peligro.

7. Interludio cantado

Se han unido con nosotros
compañeros de esperanza
y los otros, los más ricos,
no nos quieren dar la cara.

Hasta Iquique nos hemos venido
pero Iquique nos ve como extraños.
Nos comprenden algunos amigos
y los otros nos quitan la mano.

8. Relato IV

El sitio al que los llevaban
era una escuela vacía
y la escuela se llamaba
Santa María.

Dejaron a los obreros,
los dejaron con sonrisas.
Que esperaran les dijeron
sólo unos días.

Los hombres se confiaron,
no les faltaba paciencia
ya que habían esperado
la vida entera.

Siete días esperaron,
pero qué infierno se vuelven
cuando el pan se está jugando
con la muerte.

Obrero siempre es peligro.
Precaverse es necesario.
Así el Estado de Sitio
fue declarado.
fu dichiarato.

El aire trajo un anuncio,
se oía tambor ausente.
Era el día veintiuno
de diciembre.

9. Canción III

Soy obrero pampino y soy
tan reviejo como el que más
y comienza a cantar mi voz
con temores de algo fatal.

Lo que siento en esta ocasión,
lo tendré que comunicar,
algo triste va a suceder,
algo horrible nos pasará.

El desierto me ha sido infiel,
sólo tierra cascada y sal,
piedra amarga de mi dolor,
roca triste de sequedad.

Ya no siento más que mudez
y agonías de soledad
sólo ruinas de ingratitud
y recuerdos que hacen llorar.

Que en la vida no hay que temer
lo he aprendido ya con la edad,
pero adentro siento un clamor
y que ahora me hace temblar.

Es la muerte que surgirá
galopando en la oscuridad.
Por el mar aparecerá,
ya soy viejo y sé que vendrá.

10. Relato V

Nadie diga palabra
que llegará
un noble militar,
un General.
Él sabrá cómo hablarles,
con el cuidado
que trata el caballero
a sus lacayos.
coi suoi lacche'.
El General ya llega
con mucho boato
y muy bien precavido
con sus soldados.
Las ametralladoras
están dispuestas
y estratégicamente
rodean la escuela.

Desde un balcón les habla
con dignidad.
Esto es lo que les dice
el General
"Que no sirve de nada
tanta comedia.
Que dejen de inventar
tanta miseria.
Que no entienden deberes
son ignorantes.
Que perturban el orden,
que son maleantes.
Que están contra el país,
que son traidores.
Que roban a la patria,
que son ladrones.
Que han violado a mujeres,
que son indignos.
Que han matado a soldados,
son asesinos.
Que es mejor que se vayan
sin protestar
Que aunque pidan y pidan
nada obtendrán.
Vayan saliendo entonces
de ese lugar,
que si no acatan órdenes
lo sentirán".

Desde la escuela, "El Rucio",
obrero ardiente,
responde sin vacilar
con voz valiente,
"Usted, señor General
no nos entiende.
Seguiremos esperando,
así nos cueste.
Ya no somos animales,
ya no rebaños,
levantaremos la mano,
el puño en alto.
Vamos a dar nuevas fuerzas
con nuestro ejemplo
Y el futuro lo sabrá,
se lo prometo.
Y si quiere amenazar
aquí estoy yo.
Dispárele a este obrero
al corazón".

El General que lo escucha
no ha vacilado,
con rabia y gesto altanero
le ha disparado,
y el primer disparo es orden
para matanza
y así comienza el infierno
con las descargas.

11. Canción litanía

Murieron tres mil seiscientos,
uno tras otro.
Tres mil seiscientos
mataron uno tras otro.

La escuela Santa María
vio sangre obrera.
La sangre que conocía
sólo miseria.

Serían tres mil seiscientos
ensordecidos.
Y fueron tres mil seiscientos
enmudecidos.

La escuela Santa María
fue el exterminio
de vida que se moría,
sólo alarido.

Tres mil seiscientas miradas
que se apagaron.
Tres mil seiscientos obreros
asesinados.

12. Canción IV

Un niño juega en la escuela
Santa María.
Si juega a buscar tesoros
¿qué encontraría?

A los hombres de la pampa
que quisieron protestar
los mataron como perros
porque había que matar.

No hay que ser pobre, amigo,
es peligroso.
No hay ni que hablar, amigo,
es peligroso.

Las mujeres de la Pampa
se pusieron a llorar
y también las matarían
porque había que matar.

No hay que ser pobre, amiga,
es peligroso.
No hay que llorar, amiga,
es peligroso.

Y a los niños de la Pampa
que miraban, nada más,
también a ellos los mataron
porque había que matar.

No hay que ser pobre, hijito,
es peligroso.
No hay que nacer, hijito,
es peligroso.

¿Dónde están los asesinos
que mataron por matar?
Lo juramos por la tierra,
los tendremos que encontrar.

Lo juramos por la vida,
lo tendremos que encontrar.
Lo juramos por la muerte,
los tendremos que encontrar.

Lo juramos compañeros,
ese día llegará.

13. Canción pregón

Señoras y señores,
aquí termina
las historia de la escuela
Santa María.
Y ahora con respeto
les pediría
que escuchen la canción
de despedida.

14. Canción final

Ustedes que ya escucharon
la historia que se contó
no sigan allí sentados
pensando que ya pasó.
No basta sólo el recuerdo,
el canto no bastará.
No basta sólo el lamento,
miremos la realidad.

Quizás mañana o pasado
o bien, en un tiempo más,
la historia que han escuchado
de nuevo sucederá.
Es Chile un país tan largo,
mil cosas pueden pasar
si es que no nos preparamos
resueltos para luchar.
Tenemos razones puras,
tenemos por qué pelear.
Tenemos las manos duras,
tenemos con qué ganar.

Unámonos como hermanos
que nadie nos vencerá.
Si quieren esclavizarnos,
jamás lo podrán lograr.
La tierra será de todos
también será nuestro el mar.
Justicia habrá para todos
y habrá también libertad.
Luchemos por los derechos
que todos deben tener.
Luchemos por lo que es nuestro,
de nadie más ha de ser.
CANTATA SANTA MARIA DE IQUIQUE


1. Chiamata all'attenzione

Signore e Signori
andiamo a raccontare
quello che la storia
non vuole ricordare.
Accadde nel gran Nord,
Iquique fu la citta',
Il mille e novecentosette
fu proprio un anno fatale.
La', il povero "pampero"
Lo ammazzaron cosi' per fare.

Saremo noi a parlare,
diremo la verita'.
Verita' che e' la morte amara
degli operai del salnitro.
Ricordate la nostra storia
di pena senza perdono;
quanto piu' passa il tempo,
mai bisogna dimenticare.
E ora vi chiediamo
di fare tutti attenzione.

2. Primo racconto

Se contemplate la pampa e i suoi angoli
vedrete le secchezze del silenzio,
il suolo abbandonato e le officine vuote
come l'ultimo dei deserti.

E se osservate la pampa, e la immaginate
ai tempi dell'industria del salnitro,
vedrete la donna a un mesto focolare,
l'operaio senza volto, il bambino triste.

Vedrete anche la stamberga diroccata,
la candela che illuminava la sua poverta';
le pareti incrostate di giallamina
e, per letto, i sacchi stesi in terra.

Vedrete anche castighi umilianti,
un ceppo in cui mettevan l'operaio
per giorni e giorni fisso al sole,
non importa se, alla fine, poi moriva.

La colpa dell'operaio, molte volte,
era il dolore fiero che mostrava.
Ribellione impotente, che insolenza!
La legge del ricco padrone e' sacra.

Vedrete anche la paga che gli davano.
soldi non ne vedevano, solo buoni;
un buono per ogni giorno di lavoro,
che veniva cambiato per mangiare.

E attenti a comprare da altre parti!
Non si poteva, in nessuna maniera,
anche se la roba era meno cara.
Era stato vietato dalla Fabbrica.

Il potere d'acquisto di quel buono
si era via via abbassato, con il tempo;
ma il salario giornaliero restava uguale.
Un aumento? Neppure a parlarne.

Se contemplate la pampa e i suoi angoli
vedrete le secchezze del silenzio.
E se osservate la pampa e com'e' stata
sentire, strozzati, dei lamenti.

3. Prima canzone

Il sole nel grande deserto
e il sale che ci bruciava.
Il freddo nelle solitudini,
nebbia densa, lunga notte.
La fame di pietra secca
e i gemiti che ascoltava.
La vita di morte lenta
e la lacrima che scorreva.

Le case spossessate
e l'operaio che attendeva
il sonno, che era l'oblio,
a una pena rimandata.
Il vento nella pampa immensa
non sarebbe cessato mai.
Durezza di siccita'
per sempre sarebbe rimasta.

Il salnitro, pioggia benedetta,
diventava maledetta.
La pampa, pane d'ogni giorno,
cimitero e terra amara.
E passava, passava il tempo,
continuava a far tutto schifo,
durezza di siccita'
per sempre sarebbe rimasta.

4. Secondo racconto

Si erano accumulati tanti danni,
tanta poverta', tante ingiustizie;
non ne potevan piu', e con le parole
dovettero richiedere le cose.

Alla fine del mille e novecentosette
inizio' lo sciopero nel San Lorenzo;
e all'improvviso tutti ascoltarono
un grido che volava nel deserto.

Da un'officina all'altra, come raffiche,
s'udivan le proteste operaie.
Da un'officina all'altra, i signori
guardavano indifferenti o con disprezzo.

Cosa importa loro della ribellione,
di quelli che non ha nulla, dei paria.
Presto torneranno, ben pentiti,
la fame li fara' tornare a testa bassa.

Che fare, allora, se nessuno ascolta?
Questo il fratello chiedeva al fratello.
Quel che abbiam chiesto e' giusto, e e' ancora poco;
dovremo perder dunque le speranze?

Cosi', con amore e sofferenza
s'ando' radunando chi voleva;
si sarebbero raccolti in un luogo solo,
c'era da scender giu', al grande porto.

5. Seconda canzone: Andiamo, donna

Donna, andiamo,
partiamo per la citta'.
Tutto sara' diverso,
non c'e' da dubitare.
Non c'e' da dubitare,
fìdati e vieni a vedere,
perche' a Iquique
tutti capiranno.

Donna, prendi la mia "manta" (*),
ti coprira'.
Mettiti il bimbo in collo,
non piangera'.
Non piangera', fìdati,
sorridera'.
Gli canterai una ninna-nanna,
s'addormentera'.

Ma che cosa succede?
Dimmi, non star piu' zitto.
Un lungo cammino
ci avrai da fare,
attraverso le montagne
andiamo, donna.
Andiamo, donna, fìdati,
dobbiamo arrivare
alla citta' e vedremo
tutto quanto il mare.

Dicono che Iquique e' grande
come una miniera di salnitro,
che ci son tante belle case,
ti piaceranno.
Ti piaceranno, fìdati,
com'e' vero Iddio,
laggiu' al porto tutto
sara' migliore.

Ma che cosa succede?
Dimmi, non star piu' zitto.
Andiamo, donna,
partiamo per la citta'.
Tutto sara' diverso,
non c'e' da dubitare.
Non c'e' da dubitare, fìdati,
e lo vedrai,
perche' a Iquique
tutti capiranno.

(*) la "manta" e' il mantello-scialle della povera gente, con due frange per legarlo.

6. Terzo racconto

Dal quindici al ventuno
del mese di dicembre
duro' il lungo viaggio
per i pendii.
Scesero in ventiseimila
o forse piu',
coi loro silenzi ingoiati
nelle miniere di salnitro.
Scendevano ansiosi,
stavano arrivando
dalla pampa a migliaia
gli emarginati.
Non mendicavan nulla,
volevan solo
una risposta chiara
a quel che avevan chiesto.

Qualcuno, a Iquique,
li capi' bene
e si uni' a loro:
i Sindacati.
E solidarizzaron con loro
i carpentieri,
i lavoratori portuali,
i carrettieri;
gli imbianchini, i sarti,
i lavoratori a giornata,
chiattaioli, muratori,
i panettieri,
gasisti, magazzinieri
e scaricatori.
Eran sindacati giusti,
di povera gente.

I signori di Iquique
avevan paura;
mai si erano visti
tanti operai.
Il "pampero" non era
un uomo onesto,
poteva essere un ladro
o un assassino.
Nel frattempo le case
venivan chiuse,
guardavano soltanto
dalle finestre.
Pure i negozi
chiusero le porte,
c'era da star attenti
a cosi' tante bestie.
Meglio riunirli tutti
da qualche parte,
se andavan per le strade
era un pericolo.

7. Interludio cantato

Si sono uniti a noi
dei compagni di speranza;
ma gli altri, quelli piu' ricchi
non ci guardano neppure.

Fino a Iquique siamo venuti,
pero' Iquique ci guarda come stranieri.
Ci capiscono alcuni amici
ma gli altri ci negan la mano.

8. Quarto racconto

Il posto dove li portarono
era una scuola vuota;
e la scuola si chiamava
Santa María.

Lasciaron li' gli operai,
li lasciaron con dei sorrisi.
Dissero loro d'aspettare
solo qualche giorno.

Quegli uomini si fidarono;
di pazienza ne avevano,
visto che avevano aspettato
una vita intera.

Sette giorni aspettarono,
sette giorni d'inferno;
cosi' e' quando il pane ci si gioca
con la morte.

L'operaio e' sempre un pericolo,
cautelarsi e' necessario.
E cosi' lo stato d'assedio
fu dichiarato.

Per l'aria si senti' qualcosa,
s'udi' un tamburo lontano.
Era il giorno ventuno
di dicembre.

9. Terza canzone

Sono un operaio "pampero"
piu' vecchio di tutti voi;
la mia voce comincia a cantare
temendo qualcosa di fatale.

Quel che sento in questa occasione
devo proprio comunicarlo;
accadra' qualcosa di triste,
qualcosa d'orribile ci accadra'.

Il deserto m'e' stato infedele,
solo terra sbrecciata e sale,
pietra amara del mio dolore,
roccia triste di siccita'.

Piu' non sento che silenzio
e agonie di solitudine;
solo rovine d'ingratitudine
e ricordi che fanno piangere.

Che nella vita non c'e' da temere
l'ho gia' imparato con gli anni;
pero' dentro mi sento un clamore
che ora mi fa tremare.

E' la morte che si alzera'
galoppando nell'oscurita'.
Per il mare comparira',
sono vecchio e so che verra'.

10. Quinto racconto

Nessuno dica niente,
che' arrivera'
un nobil militare,
un Generale.
Lui sapra' che dir loro
con quella cura
che il signore usa
coi suoi lacche'.
Gia' viene il Generale
con molto strepito,
s'e' cautelato bene
coi suoi soldati.
E le mitragliatrici
son gia' disposte
strategicamente
attorno alla scuola.

Parla loro da un balcone,
con dignita'.
Questo e' quel che dice
il Generale:
"Non serve proprio a nulla
questa commedia,
finitela di inventarvi
tanta miseria.
Non capite i vostri doveri,
siete ignoranti;
disturbate l'ordine,
siete dei delinquenti.
Siete contro la nazione,
siete traditori.
State rubando alla patria,
siete dei ladri.
Avete stuprato delle donne,
siete degli indegni.
Avete ucciso dei soldati,
siete assassini.
Meglio che ve ne andiate
senza protestare;
chiedete pure, chiedete,
non avrete nulla.
Andatevene, dunque,
da questo posto,
se non obbedite agli ordini,
lo vedrete."

Dalla scuola, "Il Bigio",
un coraggioso operaio,
risponde senza vacillare
e a voce alta:
"Lei, signor Generale,
non ci capisce.
Continueremo a aspettare,
costi quel che costi.
Non siamo degli animali,
non siamo pecore,
leveremo la mano
e il pugno in alto.
Nuova forza daremo
col nostro esempio,
e il futuro lo sapra',
Glielo prometto.
E se Lei vuole far minacce,
io sono qui.
Spari a quest'operaio
dritto nel cuore."

Il Generale lo ascolta,
non ha vacillato;
con rabbia e gesto superbo
gli ha sparato.
E il primo sparo e' l'ordine
per la mattanza,
cosi' comincia l'inferno
con le scariche.

11. Litania

Tremilaseicento moritono
Uno dietro l'altro.
Tremilaseicento
Li ammazzarono uno ad uno.

La scuola Santa María
Vide sangue operaio.
Sangue che conosceva
Solo miseria.

Tremilaseicento
Resi sordi.
Tremilaseicento
Ammutoliti.

La scuola Santa María
Fu lo sterminio
Della vita che moriva,
unico grido di guerra.

Tremilaseicento sguardi
Che si spensero.
Tremilaseicento operai
Assassinati.

12. Quarta canzone

Un bimbo gioca nella scuola
Santa María.
Se gioca a cercar tesori
Che troverebbe?

Gli uomini della Pampa
che volevan protestare
li ammazzarono come cani
perche' c'era da ammazzarli.

Non si deve esser poveri, amico,
e' pericoloso.
Non si deve parlare, amico,
e' pericoloso.

Le donne della Pampa
si misero a piangere,
e anche loro le ammazzarono
perche' c'era da ammazzarle.

Non si deve esser povere, amica,
e' pericoloso.
Non si deve piangere, amica,
e' pericoloso.

E i bambini della Pampa
che guardavano soltanto,
ammazzaron pure loro
perche' c'era da ammazzarli.

Non si deve esser poveri, bimbo,
e' pericoloso.
Non si dovrebbe nascere, bimbo,
e' pericoloso.

Dove sono gli assassini
Che ammazzarono per ammazzare?
Lo giuriamo su questa terra,
Prima o poi li troveremo.

Lo giuriamo sulla vita,
Prima o poi li troveremo.
Lo giuriamo sulla morte.
Prima o poi li troveremo.

Lo giuriamo, Compagni:
quel giorno arrivera'.

13. Canzone di commiato

Signore e signori,
qui ha termine
la storia della scuola
Santa María.
Ed ora, con rispetto,
vi chiederei
d'ascoltar la canzone
di commiato.

14. Canzone finale

Voi che avete ascoltato
la storia che s'e' narrata,
non statevene li' a sedere
pensando che e' tutto finito.
Non basta solo il ricordo,
il canto non bastera'.
Non basta solo il lamento,
affrontiamo la realta'.

Domani o domani l'altro
o forse anche piu' in la',
la storia che avete ascoltato
si ripetera'.
Il Cile e' un paese lungo,
mille cose posson succedere
se non ci prepariamo
decisi a lottare.
Abbiamo ragioni pure,
abbiamo per che lottare.
Abbiamo le mani dure,
abbiamo con che vincere.

Uniamoci come fratelli,
nessuno ci vincera'.
Se voglion renderci schiavi,
non ce la faranno mai.
La terra sara' di tutti
e nostro sara' anche il mare.
Giustizia verra' per tutti,
ed anche la liberta'.
Lottiamo per i diritti
che tutti devono avere.
Lottiamo per quel che e' nostro,
di nessun altro sara'.



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