Lingua   

Puerto Montt está temblando

Violeta Parra
Lingua: Spagnolo


Violeta Parra


Puerto Montt está temblando
con un encono profundo:
es un acabo de mundo
lo que yo estoy presenciando.
A Dios le voy preguntando,
con voz que es como un bramido,
por qué mandó este castigo.
Responde con elocuencia:
‎«Se me acabó la paciencia
y hay que limpiar este trigo».

Se me borró el pensamiento;
mis ojos no son los míos.
Puedo perder el sentí’o
de un momento a otro momento.
Mi confusión va en aumento;
soy una pobre alma en pena.
Ni la más dura cadena
me hubiera afligí’o tanto,
ni el mayor de los espantos
congelan así las venas.

Estaba en el dormitorio
de un alto segundo piso
cuando principia el granizo
de aquel feroz purgatorio;
espejos y lavatorios
descienden por las paredes.
‎«Señor, ¿acaso no puedes
calmarte por un segundo?»
Y me responde iracundo:
‎«Pa’l tiburón son las redes».

No hay palabras en el mundo
para explicar la verdad,
ni talento, en realidad,
pa’ penetrar en profundo.
Qué viento más iracundo,
qué lluvia tan alarmante,
qué pena tan abundante,
‎¿quién me da la explicación?
Solo el sabio Salomón,
pero se halla tan distante.

Del centro salté a la puerta
con gran espanto en el alma,
rugando por una calma,
pero el temblor va en aumenta.
Todo a mis ojos revienta,
se me nubla la cabeza
del ver brincar en la pieza
la estampa de San Antonio
diciendo: «Muera el demonio
que se anda haciendo el que reza».

La mar está enfurecí’a,
la tierra está temblorosa:
‎¡qué vida tan rencorosa
los trajo la atardecida!
Con una angustia crecida
le estoy pidiendo al Señor
que detenga su rencor
tan solo por un minuto.
Es un peligro este luto
pa’l alma y el corazón.

Así fue, señores míos,
la triste conversación
que en medio de aquel temblor
sostuve con el Divino.
Cuando pasó el torbellino
de la alvertencia final,
bajito empezó a llorar
mi cuerpo resucita’o
diciendo: «Dios ’tá indina’o
con la culpa terrenal».

Me aferro con las dos manos
en una fuerte manilla,
flotando cual campanilla
o péndulo dispara’o.
‎«¿Qué es esto, mi Dios amado?»,
dije apretando los dientes.
Pero Él me responde hiriente:
‎«Va a ser mayor el castigo
para el mortal enemigo
del pobre y del inocente».‎



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